Crecer en el exilio: de qué trata “Nunca supe cuál era el sabor de una anguila eléctrica”
En esta entrevista, la escritora Florencia Gutman señala cómo surgió esta novela, que oscila entre la ficción y la no ficción a partir de sus recuerdos de la infancia.
“Una vez fui feliz en Londres con mi mamá. Me gusta mirar las fotos de ese viaje, fotos brillantes y nuevas, a salvo del tiempo porque son de hace tres años. Mi mamá sonríe apoyada sobre una escultura en la entrada de la Saatchi Gallery. Tiene una bufanda color gris, como el clima de ese día. Sonríe, pero tiene cara de: ¿qué hacemos acá, hija?”, así empieza Nunca supe cuál era el sabor de una anguila eléctrica, la novela que podría haber sido sobre una niña que creció en Londres en la década de los 80’, incluso a la protagonista también le hubiera gustado vivir esa historia: “Habría vivido mi infancia en la Londres de los 80, entonces habría sido punk a los siete años, el pelo revuelto de colores, o quizás solo delineador negro en los ojos”. Sin embargo, la trama sucede en Venezuela, el lugar en que los padres de esta niña decidieron exiliarse de la dictadura argentina, pero claro, podría haber sido también Londres o cualquier otro lugar.
Nuestra vida está influenciada por la decisión de nuestros padres. Ellos eligen cuál es nuestro nombre, dónde nacemos, en qué familia vamos a vivir, a qué colegio vamos a asistir, entre otros. Eso es así para todos. La particularidad de la niña protagonista de esta historia es que a partir de un contexto histórico específico, creció en un país que no es el de sus padres, y vivió su infancia entre dos culturas que se entrecruzaban: la comida, el lenguaje, los gustos y los vínculos.
“Quisiera inventar una palabra para decir: extrañar con el cuerpo lo que no fue, melancronía, o melancopía, o crying memories of what we didn´t were. No fuimos ingleses, no fuimos venezolanos y no fuimos argentinos. No del todo. Fuimos anfibios. Unos reptiles que se adaptaron para sobrevivir y, con el tiempo, nos convertimos en nosotros”, continúa la protagonista de la novela.
La historia puede narrarse de tantas formas como miradas haya. En Nunca supe cuál era el sabor de una anguila eléctrica, Florencia Gutman, entre sus recuerdos y la ficción, nos trae a esta niña inquieta, rebelde, curiosa, que explora el mundo con inocencia y perplejidad. En este recorrido, retrata lo que es vivir la infancia en el exilio y construir su identidad entre dos países.
En diálogo con Filo.News, la autora explica cómo surgió esta novela, qué recuerdos aparecieron mientras escribía y cómo construyó a la narradora.
—Florencia, ¿cómo surgió la idea de hacer esta novela?
—Escribo desde los 10 años distintos tipos de textos: cuentos, novelas, poesías, crónicas. Fui muchos años a talleres y siempre estuve vinculada a la escritura. Nunca supe cuál era el sabor de la anguila es mi primera novela publicada, aunque ya tengo una segunda bastante avanzada. Surgió sola, entre los cuentos que escribía apareció esta historia bastante autobiográfica, y la fui desarrollando de a poco por capítulo. Participé de una clínica de obra, donde compartíamos textos, leíamos y recibíamos devoluciones. Eso ayudó a pulir la estructura y a encontrar la voz.
—¿Cómo construiste la narradora, que cuenta todo desde una mirada infantil?
—Al principio escribía con una voz muy aniñada. En el taller me marcaban que la narradora habla desde el presente, ya adulta. Eso era cierto porque hace reflexiones que ya no son de niña, pero al recordar todo el tiempo es como que la voz se vuelve así medio aniñada. El recuerdo es infantil, es una construcción para la novela y hay momentos que el texto es como que la está contando una persona más grande, pero como que se hace más niña al recordar, me parece que ese es un poco el efecto.
—El trabajo con los recuerdos también tiene algo sensorial.
—Sí, me basé mucho en lo tangible: los olores, los colores, la comida, el agua. A veces recordaba exactamente algo, otras lo reconstruía o lo inventaba. Pero siempre desde el recuerdos tangible de los sentidos.
—Mientras leía pensaba en cómo las decisiones de los padres determinan la vida de los hijos. ¿Fue algo que quisiste trabajar?
—Como todas las vidas de los niños, los padres toman decisiones y a los niños no les queda otra que vivir en esa situación. Eso es universal, pero en este caso en particular había que tratar de entender toda la historia de los padres que es como un thriller, porque la niña no sabe nada. Se va enterando y tiene que descubrir algo. En Argentina hay historias de todo tipo, ya sea de la dictadura y de la no dictadura, hay de todo. Lo que yo quise contar es esta palabra mínima, esta mirada particular de ese hecho que nos pasó a todos. En la novela no hay una opinión, de hecho los niños viven y no tienen una posición sobre eso. Yo siempre pienso que a otra persona le habrá pasado otra cosa, no sé, por ejemplo, un padre alcohólico. Un poco la idea era esa, contar algo que justo tiene un contexto que es la historia de un país.
—¿Por qué creés que seguimos interesados en temas como la dictadura o el exilio?
—Cuando la escribí no quería entrar en una cosa de polemizar o de hacer una bajada al respecto. Yo realmente quería que el personaje cuente lo que le pasó. Era algo más personal que un tema del que “hay que hablar”, es más como un trauma que a vos te puede pasar de chica, por ejemplo. Justo coincide con que es sobre la dictadura y también decisiones familiares pero podría haber sido una novela que cuente cómo la pasó la gente en la cuarentena y sería también una novela de temas que nos afectan.
—¿Escribirla tuvo un efecto terapéutico para vos?
—Sí, no sé si es una sanación, pero tenés una sensación de que, más allá si la obra es buena o mala, te la sacás, está afuera y lo podés manipular. Tanto una novela como el que pinta un cuadro, lo que sea. A otra gente le puede pasar jugando al fútbol y descarga un montón de energía. Yo no quería que se queden dentro mío todos estos recuerdos que tenía, quería que se existan, afuera. Me pareció que un libro es como que están ahí, cualquiera lee y vuelve a estar esa imagen. Eso me parece espectacular.
Sobre la autora
Florencia Gutman (1978) nació en Caracas, Venezuela y desde los diez años vive en Buenos Aires. Se formó en Diseño en la UBA y trabaja en comunicación, diseño y branding además de desarrollar su obra visual en collage. En paralelo, estudió Literatura Inglesa y se formó en los talleres de Fernando Mazzeo, Virginia Cosin y Cynthia Matayoshi. Publicó Adonde van las nubes (2013), libro de poesía por Ediciones Danke. Obtuvo una mención en el certamen de Microficción de la Feria del Libro por el relato El patio (2008) y un premio por el cuento Anastasia (2016) en el certamen de cuento de General Cabrera. En 2017 recibió la Beca de Creación del Fondo Nacional de las Artes para la escritura de Nunca supe cuál era el sabor de una anguila eléctrica (2025). Actualmente escribe el newsletter Brillantina sentimental.